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El mundo de la Apariencia en Parménides


A partir del verso 51 del fragmento 8 hasta el final del poema, Parménides explica cómo es la realidad vista desde la perspectiva de los mortales, el mundo aparente (tà dokoûnta). Presenta una descripción del conocimiento científico de su época, incluyendo sus propias aportaciones, entre las que se le suelen atribuir las siguientes: la Luna es una esfera, la Luna recibe su luz del Sol, las fases de la Luna son una ilusión óptica, el lucero vespertino y el lucero del alba son la misma estrella, la Tierra es esférica. Esta parte del poema se ha perdido en su mayoría y lo que se conserva está en un estado muy fragmentario.

El análisis detallado de la descripción del mundo físico de Parménides escapa al objetivo de esta entrada. Lo que nos interesa ahora es examinar los elementos constitutivos del mundo que perciben los mortales. Lo propio del mundo de la Apariencia es la percepción del cambio y de la multiplicidad, lo que supone la aceptación del hecho de no ser y, con ello, de la dualidad ser/no-ser.

Comenzaremos atendiendo a tres términos que tienen especial importancia en la descripción del universo físico y que sólo son usados por la Diosa en el contexto del mundo de la Apariencia. Estos son: κόσμος (kósmos), que hemos traducido por “cosmos”, y la pareja μορφή (morphḗ) y δέμας (démas), que hemos traducido por “forma” y “cuerpo”.

La palabra kósmos significa originariamente “orden”. Ahora bien, tenemos noticias de que Pitágoras fue el primero en utilizarla para designar al Universo, precisamente por el orden que se observaba en él (DK 14, fr. 21). Su uso en Heráclito con este sentido está constatado en los fragmentos (DK 22. fr. B30), “Este cosmos, que es el mismo para todas las cosas ... era y es y será fuego eterno” y (DK 22. fr. B89), “Heráclito dice que para los despiertos el cosmos es uno y común”. Creemos que éste es también el sentido que tiene la palabra kósmos en Parménides. Así se puede ver con claridad en la primera vez que aparece, en el fragmento 4, cuando afirma que no es posible separar el Ser de su continuidad con el Ser, “... ni totalmente disperso por todas partes a través del cosmos (katà kósmon)” (fr. 4. 3), donde el sentido del fragmento sólo puede ser entendido si pensamos que kósmos se refiere al mundo físico, al Universo. Es también el caso de la palabra compuesta diákosmos que hemos traducido por “disposición del cosmos”: “Yo te expongo esta disposición del cosmos (diákosmon) totalmente verosímil” (fr. 8. 60). Pero resulta un poco más difícil defender esta acepción en el verso 52 de ese mismo fragmento 8: “kósmon emôn epéōn apatēlòn akoúōn” (fr. 8. 52). La expresión kósmos epéōn para referirse a la propia composición poética, entendida como “orden de las palabras”, está bien documentada en la literatura antigua y la mayor parte de los intérpretes de Parménides se han inclinado por esta opción, traduciendo aproximadamente así: “oyendo mi engañoso discurso”. Sin embargo, para mantener la coherencia con el resto del poema y teniendo en cuenta que ahora se trata del momento preciso en el que la Diosa introduce el mundo de la Apariencia del que va a hablar a continuación, nos parece que tiene que referirse al cosmos físico y lo hemos traducido así: “A partir de aquí, aprende las apariencias mortales, oyendo de mis palabras el cosmos ilusorio” (fr. 8. 51-52). De esta manera, ese “cosmos ilusorio” que va a describir la Diosa en adelante es el mundo de la Apariencia, el mundo físico que perciben los mortales.

Los términos morphḗ (forma) y démas (cuerpo) plantean también una cierta problemática. La palabra morphḗ aparece sólo una vez en el poema, en un pasaje de difícil comprensión. Se trata de la línea 53 del fragmento 8 donde el texto dice: “establecieron como opiniones nombrar dos Formas”. Por su parte, démas tiene también una traducción cuestionable, pues es habitualmente entendido como “estructura”, “figura”. No obstante, en Jenófanes parece referirse ya al “cuerpo”, en concreto en el fragmento 23 donde lo opone al “pensamiento”: “Un solo Dios … no semejante a los mortales ni en cuerpo (démas) ni en pensamiento” (DK 21 fr. 23). En Parménides aparece al final del fragmento 8 en dos ocasiones casi seguidas, “Discernieron opuestos en el cuerpo” (fr. 8. 55) y “noche sin inteligencia, cuerpo denso y pesado” (fr. 8. 59). En la segunda ocasión no cabe duda de que tiene el sentido de “cuerpo”, por lo que en la primera es razonable pensar que también lo tenga.

Examinemos ahora los principios constitutivos de ese cosmos ilusorio que aprecian los mortales, es decir, del mundo aparente. Puesto que las ideas que la Diosa expone son las que los hombres han desarrollado para explicar la realidad en la que viven inmersos, son introducidas con expresiones del tipo, “han dispuesto”, “han establecido”, o similares. En concreto, la Diosa atribuye a los hombres el “error” de considerar que la realidad está constituida a partir de dos “Formas” (morphḗ). Dice la Diosa: “Así pues, establecieron como opiniones (gnṓmas) nombrar dos Formas (a una de ellas no es preciso hacerlo), en lo cual están errados” (fr. 8. 53-54). Este “error” atribuido a los mortales es precisamente lo específico del mundo de la Apariencia: aceptar la dualidad ser/no-ser. Las dos Formas se relacionan así con ser y no ser, por lo que la Diosa señala que es erróneo considerar que existe una de ellas, no ser.

La dualidad es lo propio del mundo de la Apariencia y por eso los hombres, dice la Diosa, dividen el cuerpo (démas) del universo en contrarios y asignan cualidades opuestas para cada uno de esos contrarios: por una parte, “el fuego etéreo de la llama, que es leve, muy ligero, lo mismo consigo mismo desde todos los lados, pero no lo mismo respecto a lo otro” (fr. 8. 56-58), fuego que recuerda a la Luz del Día, la claridad que todo ilumina, imagen en el cuerpo del universo del Ser que es igual a sí mismo; y, por otra parte, “aquello que es lo opuesto en sí mismo, noche sin inteligencia, cuerpo denso y pesado” (fr. 8. 58-59), la pura alteridad, lo contrario en sí mismo que recuerda la negatividad del no ser que había sido excluida en el camino de la Verdad, pero que los hombres introducen para explicar el cambio, el movimiento, la multiplicidad y todo aquello que es propio de la visión ilusoria en la que viven en su cotidianidad. A partir de este par de contrarios (luz-día-fuego/oscuridad-noche-denso) está constituido todo el universo físico: “todo está a la vez lleno de luz y de noche oscura, ambas iguales, ya que no hay nada aparte de ellas dos” (fr. 9. 3-4).



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